domingo, 11 de noviembre de 2012

Diálogos entre Marx y Nietzsche


Nietzsche: Estimado Karl, por favor, siéntese. Lo estaba esperando.
Marx: Le agradezco su gesto, Friedrich. Invitarme a debatir sobre los “grandes temas” no es algo recurrente en estos días.
N: Por favor, el gusto es mío. Tenerlo aquí, en mi propia casa…
M: ¿Propia?
N: Bueno, exactamente propia, lo que se dice “propia”, no es. Como verá, es una humilde morada comunitaria.
M: Mi querido Friedrich, no se ofenda. Pero este hogar no es ni humilde, ni morado, porque de hecho es azul, ni mucho menos comunitario. Si usted algún día tiene la oportunidad de viajar hacia Londres y visitar mi pueblo, mi gente, sabrá lo que es el socialismo.
N: Perdón que lo increpe, mi querido filósofo, pero no vamos a discutir por estas cosas.
M: No, claro que no. Igual, le agrego algo, Friedrich. Soy filósofo, economista, sociólogo, y aún está en debate si me nombran historiador.
N: ¿Eso es todo? Sin ánimo de ofender, claro, yo ya soy historiador. Mis trabajos sobre la moral han influenciado en las investigaciones historiográficas de un modo enriquecedor.
M: Bueno, estimado Friedrich, sí y no. Mis desarrollos sobre la historia del capital han sido cardinales. Mi gran obra homónima la escribí cuando apenas tenía 18 años.
N: ¿Tan veterano? Yo escribí mis primeros libros cuando cursaba tercer grado en la escuela Nº 9. Mi pasión por el nihilismo se despertó tempranamente en mi. Ya lo decía mi madre: “¡este niño si sigue así va a matar a Dios!”.
M: Discúlpeme, pero yo a mis ocho años ya daba clases sobre materialismo dialéctico.
N: ¿Lo tomaron a esa edad? Me extraña. Siempre buscaban gente joven y fresca. Le cuento que a mis cinco años yo ya era tutor de Schopenhauer, Hegel y Heidegger en la Universidad de Basilea. Teníamos un grupo de estudio en el cual debatíamos sobre ética, ciencia y sobre Zaratustra (una mina infernal que nos chamuyaba a todos y que nunca concretaba nada).
M: Cómo no recordar a Zaratustra. Si me casé con ella y luego la abandoné. Pensar que a mis cuatro años era yo, y sólo yo, quien hacía los resúmenes sobre “Hegel para principiantes” que luego vendía en el CBC…
N: Yo los regalaba.
M: Yo les hacía los exámenes a los estudiantes.
N: Yo tomaba el curso de verano por ellos, les realizaba los trabajos prácticos y les compraba un sándwich, un café y un Jorgito en el bufete.
M: Yo les regalé la Universidad.
N: Ah, mire usted. Siempre lo creí en contra de la educación privada.
M: ¿Y quién dijo que era privada, mi querido Friedrich? Se la regalé al Estado, que luego fue dictadura del proletariado, que luego fue comunista, que luego fue derruido y que finalmente…
N: ¿Fue centro de estudiantes?
M: No me haga reír, que estamos grandes ya.
N: ¿Usted se siente grande? Yo me siento añejo. Derrumbado por el paso del tiempo.
M: Qué suerte tiene. A mí el tiempo me dejó de pasar. Renunció. Dijo que ya no le alcanzaba el infinito.
N: ¿Infinito? ¿Qué es eso? Quienes tenemos 98 años nos olvidamos incluso de la presencia del tiempo.
M: 98 años….Eso sí que es juventud. Yo tengo 100.
N: Disculpe, ¿dije 98? Claro, es que mis 200 años me hacen olvidar un poco las cosas.
M: No me lo diga a mí que soy inmortal, si sabré de eso.
N: Y dígame, mi buen amigo, ¿usted cree que alguien nos va a recordar?
M: ¿Quiere que le diga la verdad?
N: Vamos, Karl, no me venga con esa frase que ya sabemos que la verdad no existe.
M: Tiene razón. Si esas cosas las supiéramos desde el principio todo sería más fácil.
N: Siempre le gustó lo fácil….el comunismo, la no competencia, el opio de los pueblos.
M: Ya que sacó el tema de los pueblos y del opio. ¿Qué le parece si pide que nos traigan un te?
N: ¿Con leche o sin leche?
M: Ese sí que es un gran tema para debatir.







viernes, 2 de noviembre de 2012

Esto es el colmo del síndrome


Aunque la noche la había encontrado quebrada, finalmente pudo salir. No recuerda bien qué pasó, ni cómo logró escapar. Sólo supo que alguien (vaya a saber quién) la retuvo muchos días (vaya a saber cuántos) en ese lugar (vaya a saber dónde). Amaneció en un hospital (vaya a saber cuál) donde la interrogaron dos policías (vaya a saber cómo).

Sargento: ¿Recuerda qué pasó, señorita?
Ella: No recuerdo nada.
Sargento: ¿Puede ser que la hayan secuestrado?
Ella: No recuerdo nada.  

(Sargento a Cabo, en voz baja): Sí, esta piba estuvo secuestrada. Tiene todas las marcas. Ahora está en su fase de negación. Tenemos que averiguar si no la ultrajaron y esas cosas, por si está ….bueno, vos me entendés, ¿no? …. el bombo, y eso.  

(Ella a Sargento)

Ella: Recuerdo algo.
Cabo: ¿Qué?

(Sargento a Cabo): Se dirigió a mí.
(Cabo a Sargento): Disculpe.

Sargento: Prosiga, señorita….¿qué recuerda?
Ella: Lo recuerdo a él.

Sí, “él”, el sujeto (vaya a saber quién) que la sustrajo de su hogar para retenerla (vaya a saber dónde), tantos días (vaya a saber cuántos), en una calle de Buenos Aires…

Sargento: Vaya a saber, cabo…
Cabo: ¿Qué cosa, sargento?
Sargento: Que algo le pasa a la piba. ¿No se da cuenta?
Ella: ¿Qué me pasa? – pregunta, alarmada.
Sargento: Señorita, me temo que usted se está transformando. ¿Cómo siente sus piernas?
Ella: Montañosas….¿Eh?
Sargento: Dígame, ¿cómo le tira la guerra?
Ella: No me gusta. Soy neutral…..Ay, ¡pero qué me pasa!
Sargento: ¿Y si le digo ABBA?
Ella: Son nuestros….¡Mierda!
Sargento: ¿La política?
Ella: Kommunfullmäktige…..¿Estoy loca?
Sargento: No, señorita. No está loca. Usted atraviesa un síndrome muy recurrente en las personas que fueron secuestradas. Usted se transformó en Suecia, señorita.
Ella: ¿Cómo que en sueca?
Sargento: No me entendió. En sueca, no. En Suecia. Véase al espejo. ¿Ve?
Ella: Ja
Cabo: No se ría. No es joda.
Ella: No me río. ¡Dije sí!
Sargento: Es un país, señorita.
Ella: ¿CÓMO UN PAÍS? NEJ….
Cabo: Mire, señorita que Suecia es un país maravilloso, eh. Con una política exterior admirable. Un país prolijito, impecable. ¿Puede creer que ahí no roban? Dejan la puerta abierta y no pasa nada. Y con el tema de los relojes y los chocolates…
Sargento: Esa es Suiza, pelotudo.
Cabo: ¿Cómo se llama, señorita?
Ella: Jag heter
Cabo: No. Disculpe. Sus inclinaciones sexuales no me interesan….
Sargento: Cabo….Es SUECIA.
Cabo: Y es una Suecia pura, eh. Se ve que le pegó fuerte el metejón.
Ella: Skit tusan….
Cabo: No, señorita. Acá no la salva ningún mentalista. Pero, no se preocupe que esto tiene solución…
Ella: ¡Tack! ….
Cabo: ¿Tic? Noooo, pastillitas no. Estoy en actividad.
Sargento: “Gracias”, Cabo….la piba le dijo “gracias”. Vamos a hacer una cosa, señorita. En este hospital hay un pequeño grupo de mujeres que han pasado por lo mismo. Lo mejor es que usted esté ahí, ya que va a estar más contenida. Es una especie de ONU, pero de autoayuda y, claro, con la diferencia de que son todas Suecia; usted me entiende ¿no? Esto con el tiempo pasa….a ver, hasta que se le vaya el enamoramiento, el enganche, la identificación o como quiera llamarlo. Así que usted quédese acá con el Cabo que yo voy a hablar con la psicóloga para que la trasladen.

El Sargento se retiró de la habitación. El Cabo miró con ternura a la joven y le dijo:

Cabo: Señorita, no se preocupe. Tenga confianza y fe.

Ella lo miró dubitativa. Taciturna. Como queriendo expresar con sus ojos la gran pregunta: si esto realmente iba a terminar. Si lo iba poder olvidar. Y el Cabo, pareció entenderla.

Cabo: Sí, esto pasa. Lo va a poder olvidar. Porque siempre, créame señorita, siempre, nos terminan olvidando.

Y la joven comenzó a llorar. Luego de mucho tiempo, en Suecia, finalmente aparecía la lluvia.

jueves, 1 de noviembre de 2012

Humor inteligente



Muchos se preguntan qué es la ciencia. ¿Por qué el mundo gira alrededor de ese lugar de autoridad que nos da tamaña disciplina? ¿Qué hay detrás de ese edificio gigantesco de pensamiento racionalista? Sigan participando, porque hoy no nos vamos a quedar en dar una respuesta a eso. Nos vamos a volcar sobre otro de sus relieves: el del humor. Sabemos, quienes hemos leído más que la media, que un libro perdido de Aristóteles, referente a la risa, pudo haber sido la prueba más fehaciente de hacer lejana la trayectoria del humor en el mundo de las ideas. Pues bien, hemos encontrado ese libro. El cual contiene los cien chistes ocultos de humor inteligente que hoy, sólo por hoy, compartiremos con ustedes. Ahí va.

Chiste 1:
-¿Qué le dijo Newton a Einstein?
-¿Qué le dijo?
-Vf= Vo +gt
 Vf2= Vo2 +2gh
 h= Vo t + g t2 /2
-Pero si eso no lo dijo Newton.
-No, claro. Pero como para el “genio” de Einstein todo es relativo…..

Chiste 2:
-¿Por qué Lenin dejó el comunismo?
-¿Por qué?
-Porque no le gustaba marx.

Chiste 3:
-Vení, vení Nietzsche ¿la viste a Zara?
¿Qué Zara?
-La que le habló a tu traste, boludo.

Chiste 4:
-¿Por qué Kant se peleó con Lanata?
-¿Por qué?
-Porque lo dejó afuera de Crítica.

Chiste 5:
-Hola, ¿lo viste a Platón?
-Sí, está en la caverna.
-¿Qué caverna?
-La de tu hermana tierna.

Esperamos que  hayan disfrutado de este encuentro desopilante entre el humor y las ideas. Si no le gustaron estos chistes, tenga más tolerancia. Bromear antes de cristo nunca fue joda.