martes, 16 de septiembre de 2014

41 cosas que me hartaron de vos...otra vez.

1. Tu ciclotimia mental, sexual, amorosa, vincular y alimenticia.
2. Tu snobismo cada vez que decís: “el mejor de los Beatles siempre fue Ringo”. Te cuento que ni a John, ni a Paul, ni a George, ni mucho menos a Ringo le gustaba Ringo. 
3. Tu escepticismo radical hacia la astrología. Te informo que decís eso porque sos de Leo; los cuales, además, son todos putos.
4. Tu crítica hacia mi poco bagaje literario. Mirá qué loco, yo creo que se te para más la chota con mi culo que con el Ulises de Joyce.
5. Tu dieta vegana.
6. Tu dieta paleo (te dije ciclotímico en la 1, no sé, fíjate).
7. Tu descreimiento repentino hacia los medios de comunicación. Convengamos que te costó menos que dejar de creer en el Marxismo.
8. Tu interés por vivir de modo austero en especial para comprarte TU IPhone, TU IPad, TU Mac y TU alargamiento peneano.
9. Tu práctica de “barefoot running”. Se dice “correr descalzo” y, para que lo sepas, la gente que lo hace está mal de la cabeza. Incluyéndote, claro.
10. Tu insistencia y perseverancia por hacerme creer que me enseñaste todo sobre el sexo.
11. Tu carácter convincente de hacerme creer que me enseñaste todo sobre el sexo.
12. Tu modo de haberme convencido de que yo crea que me enseñaste todo sobre el sexo.
13. Tu crítica encarnizada hacia las redes sociales. Te recuerdo que nos conocimos en una. Y la más trucha de todas, por cierto.
14. Tu compromiso eco-verde-anticapitalismo-anarco-boludo.
15.  Tu modo vetusto, arcaico, demodé y hasta vintage de idolatrar a Fidel Castro. En Puan ya ni se acuerdan de quién era.
16. Tu libertad y tu incentivo para que yo experimente sexualmente con mujeres pero únicamente adelante tuyo.
17. Tu creencia de que sos antisistema porque metés una feta de salame en el sobre cada vez que votás. Eso te hace más mugriento, no más revolucionario.  
18. Tu maniqueísmo para entender mi estilo amoroso. Según vos o te entrego el culo o no te quiero.
19. Tu creencia de que sos Larry David porque ironizás en contra del Estado de Israel. Te informo que Larry David no se reiría de los judíos, sino de los palestinos. Sabelo.
20. Tus ganas de estar con el ánimo bien arriba cada vez que me duele la cabeza.
21. Tu enojo porque no apoyo tu devoción por las causas impunes. Y sí, un cuadro de Cabezas arriba de la cama es bastante feo. Ni siquiera sos fotógrafo. ¡Ni siquiera leés el diario!
22. Tus verdades absolutas. Que, por cierto, son todas falsas.
23. Tu “yo caminé las calles de Cuba y no hay pobreza”. No, caminaste las playas de Cuba, en un hotel cinco estrellas de Cuba. Y en los hoteles cinco estrellas, no hay pobres.
24. Tu reproche porque no sé usar los palitos para comer sushi. Vos no sabés tocar el bajo y yo no te digo nada. 
25. Tu modo de definirte siempre con personajes de Quino. Fuiste Libertad, Mafalda, Miguelito. Yo por lo menos siempre fui Guille, vos ahora pendulás entre el idiota de Manolito y el estilo suicida de Felipe.
26. Tu exceso de eufemismos.
27. Tu estilo indefinido de vestir que conjuga lo hippie con lo cool con lo rocker con lo punk con lo bohemio y con la nada misma.
28. Tu ideología política que es más arcaica que la Unión Cívica Radical.
29. Tu crítica porque escribo cojer con j. Vos encima creés que existe el punto G, boludo.  
30. Tu necesidad de que nuestro hijo tenga un nombre único. Podemos ponerle Hitler si querés. Si lo mandamos a la ORT posiblemente no haya ninguno.
31. Tu música experimental.
32. Tu humor sutil. Bastante aburrido, de hecho.
33. Tu gusto por Liniers. El barrio y el historietista.
34. Tu “meto una zoncera de Jauretche” para todo.
35. Tu irritación porque digo “acá está mi leche” cada vez que lo nombrás. A Jauretche, claro.
36. Tu enojo porque como mucho chocolate. Me decís que te preocupa la diabetes pero sabemos claramente que lo único que te preocupa es que engorde.
37. Tu burla porque me gusta la literatura “bestsellerista”. En lo que vos tardás en leerte una novelita de Murakami yo ya me leí cuatro de Stephen King. Es obvio quién sale ganando.
38. Tu fascinación por la lluvia.
39. Tu fascinación por no llevar paraguas cuando llueve. Y cagarte en que me moje, claro.
40. Tus ganas de hacer El camino del Inca todos los años. Prefiero hacer El Camino de la Malla y en alguna isla del Caribe.

41. Tu reconocimiento de que nunca me vas a hacer reír; aunque siempre, por alguna razón que aún desconozco, me dejás una sonrisa. Y de las que duran. 

sábado, 13 de septiembre de 2014

Sin gerundio


Los gerundios son conjugaciones verbales que indican acción. Su desinencia es de dos tipos: ando (para los verbos terminados en ar) y endo (para los verbos terminados en er o ir). Pero hay un problema con sus usos. Habitualmente, nunca se utilizan del modo correcto porque sus reglas de aplicación suelen ser dificultosas - por no decir “confusas” -. Pero existen ciertos recursos o, en criollo, “trampas” que permiten abandonar estas dudas sobre cuándo realmente podemos usar un gerundio. El secreto es simple: cambiar la palabra que termina en ando o endo por el verbo en infinitivo o conjugado. En lo que sigue, realizo el ejercicio en un escueto párrafo sobre unas interesantes Jornadas académicas.

(Con gerundios)

Estuvimos en las jornadas Pensando el Género debatiendo sobre distintos argumentos. Muchos de ellos eran buenos aunque, pretendiendo ser genialidades, no llegaban a ser una contribución de alto vuelo. El problema se presentó luego cuando un disertante, en su afán de sabiondo, provocó al público con una pregunta sobre el atuendo. Fue tremendo. Nadie sabía qué decir. Algunos decidieron retirarse del panel maldiciendo la situación. Otros, en cambio, prefirieron quedarse y hacer un aporte por más blando que fuera. Pero el debate comenzó a acalorarse porque el disertante, ofreciendo un argumento consistente, dejó a la mayoría boquiblando con su hipótesis sobre el contrabando. Unos pocos, intentando madurar aquella idea, llevaron a referendo las pocas que les quedaban. Nuevamente, no hubo caso. Todo terminó con un estruendo. Sin comando, con un bando de ignorantes y con un disertante bastante malicioso. Lo que se dice en la jerga: un reverendo.

(Sin gerundios)


Estuvimos en las jornadas Pensar el Género para debatir sobre distintos argumentos. Muchos de ellos era buenos, aunque al pretenderse como genialidades, no llegaban a ser una contribución de alto vuelo. El problema se presentó luego cuandar un disertante, en su afán de sabiondoroso, provocó al público con una pregunta sobre el atuendar. Fue tremendió. Nadie sabía qué decir. Algunos decidieron retirarse del panel mientras maldecían la situación. Otros, en cambio, prefirieron quedarse y hacer un aporte por más blandió que fuera. Pero el debate comenzó a acalorarse porque el disertante, al ofrecer un argumento consistente, dejó a la mayoría boquiblandió con su hipótesis sobre el contrabandeaba. Unos pocos, mientras intentaban madurar aquella idea, llevaron a referendía las pocas que le quedaban. Nuevamente, no hubo caso. Todo terminó con un estruendorer. Sin comandor, con un bandaba de ignorantes y con un disertante bastante malicioso. Lo que se dice en la jerga: un revenderió.