Los
gerundios son conjugaciones verbales que indican acción. Su desinencia es de
dos tipos: ando (para los verbos terminados en ar) y endo (para los verbos
terminados en er o ir). Pero hay un problema con sus usos. Habitualmente, nunca
se utilizan del modo correcto porque sus reglas de aplicación suelen ser
dificultosas - por no decir “confusas” -. Pero existen ciertos recursos o, en
criollo, “trampas” que permiten abandonar estas dudas sobre cuándo realmente
podemos usar un gerundio. El secreto es simple: cambiar la palabra que termina
en ando o endo por el verbo en infinitivo o conjugado. En lo que sigue, realizo
el ejercicio en un escueto párrafo sobre unas interesantes Jornadas académicas.
(Con
gerundios)
Estuvimos
en las jornadas Pensando el Género debatiendo sobre distintos argumentos. Muchos
de ellos eran buenos aunque, pretendiendo ser genialidades, no llegaban a ser
una contribución de alto vuelo. El problema se presentó luego cuando un
disertante, en su afán de sabiondo, provocó al público con una pregunta sobre
el atuendo. Fue tremendo. Nadie sabía qué decir. Algunos decidieron retirarse
del panel maldiciendo la situación. Otros, en cambio, prefirieron quedarse y
hacer un aporte por más blando que fuera. Pero el debate comenzó a acalorarse porque
el disertante, ofreciendo un argumento consistente, dejó a la mayoría boquiblando
con su hipótesis sobre el contrabando. Unos pocos, intentando madurar aquella
idea, llevaron a referendo las pocas que les quedaban. Nuevamente, no hubo
caso. Todo terminó con un estruendo. Sin comando, con un bando de ignorantes y con
un disertante bastante malicioso. Lo que se dice en la jerga: un reverendo.
(Sin
gerundios)
Estuvimos
en las jornadas Pensar el Género para debatir sobre distintos argumentos. Muchos
de ellos era buenos, aunque al pretenderse como genialidades, no llegaban a ser
una contribución de alto vuelo. El problema se presentó luego cuandar un
disertante, en su afán de sabiondoroso, provocó al público con una pregunta sobre
el atuendar. Fue tremendió. Nadie sabía qué decir. Algunos decidieron retirarse
del panel mientras maldecían la situación. Otros, en cambio, prefirieron
quedarse y hacer un aporte por más blandió que fuera. Pero el debate comenzó a acalorarse
porque el disertante, al ofrecer un argumento consistente, dejó a la mayoría
boquiblandió con su hipótesis sobre el contrabandeaba. Unos pocos, mientras
intentaban madurar aquella idea, llevaron a referendía las pocas que le
quedaban. Nuevamente, no hubo caso. Todo terminó con un estruendorer. Sin
comandor, con un bandaba de ignorantes y con un disertante bastante malicioso. Lo
que se dice en la jerga: un revenderió.
Me encantó.
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