domingo, 28 de octubre de 2012

Corrección política


Hola. Vengo a resolver algunas inquietudes vinculadas con ciertos modismos de la cultura argentina. Sabemos que hay consensos sociales que nos obligan a mantener la llamada “corrección política”, incluso en situaciones innecesarias. Desde ya les digo que no pretendo cambiar esas estructuras. Si hay algo que no soy es ingenua y sé que esas formas semióticas no son fáciles de erradicar. Por ello, mi ayuda aquí será otra. Lo que vengo a ofrecer son unas frases que pueden colocarse en esas situaciones específicas para hacer que la corrección política tenga sentido. Veamos dos ejemplos.

Ejemplo 1
Estamos en un restaurante y queremos pedir una silla que está colocada en la mesa de al lado. Nos acercamos al señor y le decimos: “Disculpe, ¿le puedo sacar esta silla?”. Como podemos notar, el término “disculpe” es fútil en este contexto pues no hemos hecho nada previo como para exclamar semejante descargo. Ante ese escenario, una sugestiva posibilidad es la de decirle al buen cristiano: “Escuchame, puto del orto”. El señor de la mesa contigua nos mirará azorado y antes de que reaccioné, y con razón, le diremos: “Disculpe, ¿le puedo sacar esta silla?”.

Ejemplo 2
Nos encontramos en la sala de espera del dentista y nos damos cuenta de que tenemos una necesidad básica de hacer lo segundo. Nos acercamos a la secretaría de nuestro odontólogo y le decimos: “Perdón que te moleste, ¿me indicarías dónde está el baño?”. Al igual que en el ejemplo anterior, el parafraseo “perdón que te moleste”, no remite a ninguna situación anterior en la cual esa secretaria haya sido fastidiada o incomodada. Una interesante acción puede ser la de colocarse frente a la mujer, sacar el miembro viril y arrojarle orina mientras le decimos: “Tomate toda mi lluvia dorada, mamita, que tengo resto como para llenarte el ojete”. Ella quedará mojada y, en este caso sí, contrariada con lo cual le diremos: “Perdón que te moleste, ¿me indicarías dónde está el baño?”.

Bien. Espero que estos consejos hayan sido de utilidad. No diré “adiós”, porque como soy atea es probable que me manden a la concha de mi madre. ¿Y ustedes me preguntarán qué tiene que ver dios con la concha de mi madre? Como ya lo ha dicho el cuento, cualquier madre judía cree que su hija es dios. En especial si salió de su concha.

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